La noche del pasado 3 de febrero, un tren de la empresa Norfolk Southern de unos 150 vagones cargado con productos químicos altamente tóxicos descarriló a poco más de un kilómetro de su casa. Desde entonces, los habitantes de East Palestine viven una película de terror.
Las imágenes del lugar del siniestro son apocalípticas y la lista de productos que transportaba el tren pone los pelos de punta. Entre los tóxicos liberados, algunos son solamente cancerígenos. Otros se utilizaban como arma química en la I Guerra Mundial. El tren de carga viajaba desde Madison (Illinois) hasta Conway (Pensilvania). Se hallaba cerca de su destino, pero las imágenes de cámaras de seguridad han mostrado que arrastraba problemas al menos desde Salem, unos 30 kilómetros antes, pues se ven chispas y llamas en al menos uno de los vagones.
El tren descarriló hacia las 20.54 horas de la noche del viernes 3 de febrero tras atravesar East Palestine y justo antes de cruzar la frontera de Ohio con Pensilvania, por suerte en una zona apenas poblada, con lo que no hubo ningún muerto ni herido. Según la información actualizada este martes por la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), como consecuencia del descarrilamiento, 38 vagones descarrilaron y se produjo un incendio que dañó otros 12 vagones. En total había 20 vagones con materiales peligrosos, 11 de los cuales descarrilaron. “El incendio posterior al descarrilamiento abarcó aproximadamente la longitud de los vagones del tren descarrilado”, declaró el sábado 4 de febrero por la noche Michael Graham, miembro de la NTSB.
Nube tóxica y evacuación
El incendio provocó una nube tóxica. La mayor preocupación fue desde el principio el cloruro de vinilo, un producto cancerígeno, transportado en cinco vagones. Cuando arde, se descompone en cloruro de hidrógeno y fosgeno. El fosgeno es muy tóxico, provoca vómitos y problemas respiratorios y se utilizó mucho durante la I Guerra Mundial como agente asfixiante, mientras que el cloruro de hidrógeno es irritante y corrosivo para cualquier tejido con el que entre en contacto.
Tras el accidente, las autoridades de ambos Estados ordenaron la evacuación el sábado: “Tienen que irse, lo que tienen que hacer es irse. Es una cuestión de vida o muerte”, alertó en rueda de prensa el gobernador de Ohio, el republicano Mike DeWine. Los servicios de emergencia fueron llamando puerta por puerta a los vecinos. El domingo se decretó una evacuación forzosa de aquellos que se habían resistido a dejar sus casas, alertando del riesgo de una explosión de los vagones con cloruro de vinilo. Se delimitó una zona roja, con peligro de muerte, y otra amarilla, con riesgo de heridas y de daños pulmonares.
Según informó Norfolk Southern, el domingo por la tarde, durante el control de los vagones descarrilados, se descubrió que las válvulas de alivio de presión de algunos de ellos habían dejado de funcionar. “Si no se solucionaba, podía provocar un accidente catastrófico”. “En coordinación con todas las agencias y partes interesadas, hemos elaborado un plan para liberar manualmente los vagones. El contenido se vaciará de forma controlada. Para proteger el medio ambiente, hemos preparado fosos y terraplenes en los que drenar el material que luego se remediará. Cuando sea seguro hacerlo, la liberación manual de la presión se realizará mediante una rotura controlada de varios vagones, y bajo la supervisión de expertos y personal de primera intervención. Esta operación será ruidosa y visible. Parte del material se quemará mientras se drena durante un corto número de horas”, anunció la compañía.
El municipio también intentó tranquilizar a los vecinos: “El cloruro de vinilo y el benceno pueden causar cáncer en personas expuestas en el lugar de trabajo a altas concentraciones durante muchos años; sin embargo, no hay indicios de que la posible exposición que se produjo tras el descarrilamiento aumente el riesgo de cáncer o de cualquier otro efecto sobre la salud a largo plazo en los miembros de la comunidad”, aseguró en su página de Facebook.