Un policía municipal de Irapuato mató a Cristian Giovanni, de 12 años de edad, en medio de un operativo para detener a sus padres acusados de robarse un tinaco.
La exoficial Juana Barrientos, vecina de los padres de Cristian, reclamó el robo del tinaco y pidió apoyo a seis policías en activo que, sin orden de aprehensión, acudieron a la colonia Ampliación Las Américas.
La madre de Cristian dijo que el tinaco lo había comprado a otra persona y trató de ir a una casa contigua donde tenía el depósito. Al momento que la mujer intentó caminar para entregar el tinaco, un policía le espetó: “tú no vas a ningún lado”, y la comenzó a jalar de la blusa por la espalda. El padre de Cristian, de nombre Juan, al ver cómo jalaban a su esposa, encaró a los agentes.
Conforme el relato de testigos, los policías “comenzaran a golpear a Juan” y lo subieron a una patrulla. Al ver cómo jalaban y golpeaban a sus padres, Cristian aventó una piedra a los agentes y uno de los seis respondió con disparos de su arma de fuego.
El menor al ver que el policía disparaba intentó correr para meterse a las casas, pero de las balas que salieron del arma de cargo, dos alcanzaron el cuerpo del menor. “Le dio en el costado. El niño cayó al suelo”, dijo un testigo.
Otra bala hirió en el tobillo a Juan Ramón, adolescente de 17 años de edad, que se encontraba a 20 metros de distancia de Cristian. “El policía se agarró disparando, había muchos niños”, narraron mujeres.
Mientras el policía disparaba, sus compañeros salieron rápidamente del lugar, llevándose a los padres del menor. “Una policía gritó: ‘¡dale, dale porque ya le diste a un niño, dale!’”.
Con los padres detenidos en la patrulla, los policías se pusieron de acuerdo para que el agente que disparó no presentara a los detenidos y le dieron unas balas de repuesto para completar las faltantes que había usado minutos antes en la agresión, con el fin de protegerlo y dejar impune el crimen.
María de la Luz Rivera, abuela de Cristian, recuerda a su nieto como un niño muy alegre, poco travieso “como todo niño que juega”.
Él miraba y me decía: ‘Ay abuelita, yo quiero ser un soldado para andar allá arriba, para ayudar a México lamentablemente Dios no lo quiso”, relató la señora.
A Cristian le gustaba jugar a la pelota con sus primos, hermanos y amiguitos. También le encantaba jugar a las canicas, esas cuatro canicas favoritas fueron puestas sobre el féretro blanco junto a unas rosas rojas, frente a las fotos en vida del niño.
Los amiguitos de Cristian y sus familiares, pancartas en mano, y decenas de globos blancos, realizaron una manifestación ante las oficinas de la Policía. “¡Policía asesino, mataste a un niño!”, clamaron.
Información: Zócalo