Cuando tenía 18 años grabé un video sexual con un novio con el que llevaba seis años. Se veía mi cuerpo desnudo pero no se identificaba a mi novio y empezó a pasarse por WhatsApp. La gente hablaba de mí. Y mi novio me dejó sola.
Un periódico local se vendió como pan caliente con una portada en la que decían que yo, una chica que tenía futuro, “estaba quemada en las redes sociales”. Lucraron con mi cuerpo. Cada día me llegaban a mis redes sociales solicitudes de hombres que me pedían sexo. Me empezaron a llamar “la gordibuena de Huauchinango”.
Y después, cuando el escándalo se hizo más grande, “la gordibuena de Puebla”. Me encerré en mi casa durante ocho meses. Quise suicidarme en tres ocasiones. Mi madre no usaba internet, pero un domingo en el que estaba reunida toda mi familia en la casa, mi hermano, de 14 años, llegó de la calle y aventó su teléfono en medio de todos. “Ese video de mi hermana sí existe y sí es Olimpia”, dijo.
Mi mamá se puso a llorar. Fue el día más triste de mi vida. Yo me abalancé a los pies de mi mamá y le pedí perdón de rodillas a ella y a toda mi familia. Me sentía culpable. Les dije que quería morirme, que me ayudaran a morirme. Pero mi mamá, una mujer de una comunidad indígena que no había terminado ni la educación secundaria, que no sabe ni escribir, me sorprendió.
Me levantó la cabeza y me dijo viéndome a los ojos: “Todas cogemos. Tu prima coge, tu hermana coge y yo también. La diferencia es que a ti te ven coger. Eso no te hace una mala persona o una delincuente”. Cada “like” a esas publicaciones es una agresión, cada “me gusta” es un golpe. Cada vez que alguien comparte contenido íntimo de una persona que no lo permitió es como una violación.
A mí no me penetraron, pero me estaban violando, porque utilizaban mi cuerpo. Digitalizado, sí, pero mi cuerpo al fin. Cuando me decidí a denunciar el oficial encargado de atenderme me pidió ver el video. Y empezó a reírse. “No estabas ni borracha, ni drogada, ni te violaron. De acuerdo al código penal no hay delito”, me dijo.
Cuando entré al Palacio Municipal de Puebla todo mundo comenzó a cuchichear. Era marzo del 2014. Yo apenas tenía 19 años. Les dije que yo era Olimpia “la gordibuena de Huauchinango”, que era mi video sexual y que había más víctimas de este tipo de violencia. Demostré con capturas de pantalla que algunos que estaban allí habían compartido y dado “like” a mi video en redes sociales. “Ustedes son los delincuentes, no yo”, les dije.
Pero el camino todavía era largo. Un diputado dijo que no podía apoyar mi ley porque sería “avalar la putería”. Fue hasta 2018 que se aprobó la reforma de delitos contra la intimidad sexual en el código penal. Así que después de años de intentos, la ley se aprobó en Puebla, que era mi meta. Pero después se fue aprobando en otros estados de México.
Hoy, los distintos puntos de la reforma han sido aprobados ya en 11 estados. No es solo una reforma, sino una causa. Queremos que se sensibilice, se prevenga y se erradique esta violencia. Queremos estar seguras en internet. Que quede claro que lo virtual es real.
La reforma se empezó a conocer como “ley Olimpia” cuando una periodista lo puso así en una nota. Primero yo me reí, pero luego me di cuenta que para mí, lejos del reconocimiento, es una cuestión de deconstrucción.
Ya no soy “la gordibuena”. Ahora mi nombre se asocia a una ley que pena los abusos en internet.
¡Gracias Olimpia!
Entrevista tomada de BBC Noticias.